Lo normal es una noción muy socorrida, como suele decirse. Parece que el que habla conoce mucho, de lo que sea, ha comparado, realizado estadísticas, o por lo menos, ha tenido ocasión de hablar con mucha gente. Pero a poco que cuestionemos estas cosas se ve que la frase esconde una actitud defensiva. ¿Qué quiere decir “discutimos lo normal”? En una pareja, por ejemplo, eso significa una vez a la semana, dos. ¿Todos los días? Y ¿cómo son las discusiones? Breves, largas… ¿Utilizamos términos ofensivos? Decimos, por ejemplo: “tú siempre…” o “tú nunca”. ¿Sacamos a relucir historias antiguas? O nos limitamos a expresar nuestras diferencias acerca del tema de que se trata.
Lo cierto es que si nos justificamos es que por lo menos alguna vez, tuvimos la idea de que quizás, era “demasiado”.
Hay parejas que discuten mucho. Y eso no quiere decir que estén al borde de la ruptura. En principio quiere decir eso: discuten. Y eso es, también, un modo de relacionarse. Es un modo de hablar. Podemos así expresar nuestras quejas, nuestra manera de ver las cosas. Lo que sucede es que, como dice el dicho, dos no discuten si uno no quiere. Y no siempre son verdaderas discusiones. Muchas veces se trata de alguien que dice, grita las cosas, y otro que se limita a escuchar. Discutir mucho es muy cansado, y no todos quieren hacer ese trabajo. Así que la expresión “discutimos lo normal” suele pronunciarla quien quiere discutir. El otro se limita a seguir leyendo el periódico, salir de casa, encerrarse en la habitación, con lo que no hace sino irritar al compañero, que insiste en lo que hacía.
Es difícil estar de acuerdo en todo, y ni siquiera podemos decir que es recomendable. La vida ofrece muchos temas en los que podemos estar en desacuerdo con nuestra pareja: desde cosas banales, como dónde ir el fin de semana, o el modelo de coche a comprar, o importantes, como la educación de los hijos. Y en una pareja tampoco es necesario ofrecer “un frente común” respecto de los hijos, como si fueran un enemigo. Lo importante es que las diferencias puedan ser asumidas, y no vividas como un menoscabo de la propia posición.
Por eso podemos asegurar que si alguien dice que “discute lo normal” no hace sino reconocer que discute demasiado, más, por lo menos, de lo que le gustaría. Y, sobre todo, que discutir no produce ningún acercamiento de posiciones, sino que es un ejercicio de poder, que suele acabar por cansancio. Lo que deja a todos los participantes en el mismo lugar, un poco más heridos, un poco más insatisfechos.
Cada vez recibimos en la consulta más personas que acuden a aprender a hablar. Las parejas no se conforman con el silencio y se permiten pensar que el argumento “siempre ha sido así”, no es más que una descripción. Las cosas que han sido siempre de una manera pueden cambiar. Sólo hay que tomarse el trabajo que se requiere.
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